Mi mente para mí un reino es,
tal presencia de júbilo allí encuentro,
que todo lo que el mundo
puede proporcionar o recrear supera.
Por más que desee lo que muchos anhelan,
mi mente todavía me prohíbe desear.
Ninguna pompa principesca, ni tienda llena de género,
ni fuerza para conquistar la victoria,
ni cerebro astuto para calmar una herida,
ni forma para alimentar a un ojo curioso;
a ninguno de ellos me subyugo,
puesto que mi mente de todo me abastece.
A menudo veo cómo se sufre por la riqueza,
y cómo los que rápido ascienden pronto caen;
veo que a los que arriba están,
son a los que más amenazan los contratiempos;
trabajan duramente, tienen miedo:
tales preocupaciones mi mente nunca podría soportar.
Contento vivo, éste es mi puntal,
no busco más que lo justo;
ejercer soberbia influencia no intento,
lo que me falta, mi mente me lo da.
Hete aquí que triunfo como un rey,
contento con lo que mi mente me da.
Algunos tienen demasiado, pero todavía ansían más;
poco yo tengo y más no busco.
Pobres son, aunque más tienen,
yo con menos rico soy.
Ellos pobres, yo rico; ellos piden, yo doy;
a ellos les falta, yo dejo; ellos languidecen, yo vivo.
No me río de las pérdidas de otro;
ni celos tengo de las ganancias ajenas;
ninguna ola mundana mi mente puede agitar;
mi estado de paz todavía se mantiene.
No temo a enemigo alguno; ni a ningún amigo adulo;
la vida no aborrezco, ni mi fin temo.
Algunos miden su placer por su lujuria,
su sabiduría por la fuerza de su voluntad;
sus bienes son su único patrimonio,
su talento, artimañas ocultas:
pero conservar una mente tranquila
es mi único placer.
Mi riqueza, salud y calma perfecta,
mi elección, una conciencia limpia,
no busco complacer con sobornos,
ni ofender con engaños.
Así vivo; y así moriré
¡Ojalá todos lo hicieren tan bien como yo!
Sir Edward Dyer (1543-1607)
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