marzo 20, 2014

Hay que ser Puta con Dignidad...


Podría asegurar que todas las mujeres tenemos esencia de puta en nuestro interior, algunas utilizamos la herramienta y otras deciden lo contrario. Esta elección, por supuesto, es estrictamente individual y respetable.

Más allá del instinto, del objetivo -bien sea económico, lúdico o amoroso- y de la manera, quienes deciden hacer uso de este poderoso instrumento deben tomar en cuenta tres factores indispensables: dignidad, planificación estratégica y audiencia clave. Todo esto con la intención de minimizar los posibles errores y evitar faltas de respeto y otras situaciones incómodas, en el caso de ser una Puta Sensible o una Puta Penosa.

Cuando me refiero a faltas de respeto, no pretendo darle importancia a lo que digan o piensen las demás personas. El único respeto preponderante es aquel que honra a la Puta que vemos todos los días frente al espejo, una mujer honesta consigo misma y responsable de sus actos.

Una de las maneras más acertadas para disminuir las equivocaciones es tener siempre presente algunas recomendaciones generales:
  1. Actúa con dignidad. Siéntete orgullosa de las capacidades que el universo te ha otorgado. Amáte, honrate y respétate.
  2. Se astuta. La planificación estratégica sirve para todo en esta vida. 
  3. Presta atención a los nexos familiares o de amistad. A veces es contraproducente putearle a los amigos de cualquiera con el que hayas tenido "algo" o a los involucrados con tus amigas y familiares. 
  4. Presta atención a ubicación geográfica. Si el objetivo es relacionarte con varios, nada mejor que tenerlos en diferentes puntos cardinales y círculos sociales.
  5. Analízate. Si cometiste algún error, es el momento para propiciar un análisis introspectivo.
Hay que ser Puta con Dignidad... 

Toda Puta con Dignidad se siente orgullosa de su condición, se da a respetar por el gremio y por todos los involucrados. Deja de un lado la sensibilidad, la pena y el dramatismo. Simplemente, no se vende como lo que no es...


"A mi no me sirve"...


Me atrevo a afirmar que cada vez que he escuchado un “a mí no me sirve” ha sido en situaciones incómodas, asumo que por eso la unión de esas cinco palabras siempre me ha causado bastante ruido. Sin embargo, debo confesar que a pesar de que esta frase lapidaria invade mis pensamientos con cierta regularidad, no suelo pronunciarla quizás por “respeto” a mi interlocutor.

Al emplear el término “respeto” no lo hago con ironía, sino más bien como un llamado a la aceptación del punto de vista del otro y a la manera de comunicarlo; cada quien puede expresarse como desee.

Por ello, frente a un “a mí no me sirve” mío o de otros, intento elegir el silencio y procuro seguir cultivando la aceptación.

Hay palabras que generan ruido, independientemente del tono de voz y del contexto...


Bruno Mars - Liquor Store Blues ft. Damian Marley...



Bob Marley Feat Lauryn Hill - Turn your lights down low...



marzo 19, 2014

Empuja...



Snatam Kaur - Ong Namo...


Ong Namo - I bow to the subtle divine wisdom
Guru Dev Namo - I bow to the divine teacher within


Insomnio...


Es un insomnio reiterativo, 
cargado de sueños, pesadillas, 
pensamientos, miedos, lágrimas, 
demonios internos y Flores de Bach.

Los animales que habitan 
en las matas de mango del jardín
hacen ruidos extraños, 
un gallo a lo lejos cacarea a las 3:00 am,
automóviles pasan a alta velocidad por la avenida.

Cierras los ojos,
todo está agitado.
Inhalas, exhalas,
respiras lentamente.

Parece que llega la calma,
pero la mente se alborota,
Cuentas ovejas, nubes, arcoíris, besos,
respiras,

El cansancio vence
y amanece un nuevo día.

Nos vemos esta noche.


La Casa del Árbol - Bellavista de Baños, Ecuador...



 Un columpio así...


Playa Malagueta...


"La vida por desayunar de nuevo sentada 
en ese columpio de la Playa Malagueta"...


marzo 13, 2014

Amanda Sánchez - Personajes de Caracas: El Librero de la Central...




El librero de la Central pasa sus días y noches en la acera frente al Jardín  Botánico
Víctor, entre su venganza del futuro y el presente de sus libros

“Se traspasa este negocio. (Magníficas donaciones)” se lee en un letrero que está pegado en la reja que establece el límite de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con la acera que lleva hacia Plaza Venezuela. El aviso no estaba hace unos meses, tampoco hace unos años. El “dueño” del “negocio”, Víctor, tiene más de 10 años vendiendo libros que recibe de donaciones de profesores y visitantes de la universidad, pero ha decidido retirarse del negocio y de la acera que han sido su vida los últimos años
Luego de comprar varios libros, pedir recomendaciones de lectura y muchos otros intentos por entablar conversación, Víctor decide levantar la mirada y abandonar el libro de historia griega que tiene en sus manos para hablar.
—¿Está vendiendo el negocio?
—Sí, lo único que me tienen que pagar es el precio de los libros que están allí y ya, los de aquí no y esos de allá tampoco —responde, mientras señala los tres grupos de libros que tiene sobre su mesa improvisada con gaveras y tablas de madera.
—¿Como cuánto cree usted que cuestan todos esos libros?
—Pues no he sacado la cuenta, yo creo que como 25 mil bolívares.
Víctor quiere irse del país desde hace muchos años, pero asegura no ha encontrado la fuerza económica para lograrlo, aunque pareciera que es la fuerza de las circunstancias la que no le permite dejar esa acera.
—Ahorita 25 mil bolívares a uno se le van en cualquier cosa.
—No, yo no. Yo los guardo, ya yo con 25 me siento con un pie afuera —replica convencido de que esa cantidad sería su salvación, su boleto de salida.
—¿Y cómo se iría?
—Tengo que hacer una parada en Canarias para hablar con unos primos. Es que ya yo… Yo no quiero morirme aquí —dice con firmeza.
—Pero todavía le queda vida, ¿no cree?
—Bueno sí, o sea, no me veo muy joven en apariciencia, pero sí, voy al Ávila todos los días y voy, y me muevo, voy al cerro, pero no hay plata, hay plata para otras cosas.
Víctor se baña todas las mañanas en una cascada del Ávila. Camina desde Plaza Venezuela hasta Maripérez con su larga cabellera blanca y sus únicos pantalones color caqui. Nunca pasa desapercibido, pues a pesar de la seguridad de sus pasos, da la impresión de que el hombre no pertenece a la ciudad.
El librero ha hablado con algunos profesores de la universidad para que lo ayuden a instalar su “negocio” dentro de la casa de estudios y así poder irse “a llevar una vida normal”, pero asegura que “no es fácil” porque hay problemas internos de tipo económico. Reafirma “hay plata para otras cosas”.
—¿Usted se queda aquí en las noches?
—Sí —fastidiado de las preguntas cuyas respuestas reiteran su situación.
—¿Y cómo hace cuando llueve?
—¿No te da la cabeza? —pregunta con tono burlón.
—¿Con el plástico?
—Claro…
—¿Y para qué quiere irse?
—Pues para sacar mis cosas personales de aquí —calla y luego pregunta de forma contundente—, ¿por qué, tú me piensas ayudar?
Víctor no es de los que pide limosna. A pesar de que vive en la calle, todos los días consigue dinero suficiente con la venta de sus libros para comprar pan y queso en una panadería en Plaza Venezuela, ayudar a sus vecinos con gastos menores y hasta para comprar algunos textos de historia que lee con mucho placer, sobre todo si son de Grecia.
—¿Y los amores, no tuvo nunca una novia?
—Pero eso fue hace mucho tiempo, se llamaba Verónica Carrasco.
—Ah, pero qué buena memoria.
—Bueno, ¿y no viví con ella? —dice con una sonrisa dulce, llena de una picardía que le ilumina la mirada, como si recordara el rostro de aquella chica. Yo tenía 22 (años), ella estudiaba Sociología, pero creo que se fue para Ecuador, era muy buena persona. Me llevaba a la Colonia Tovar, me paseaba en el carro del papá, me hacía comida ecuatoriana los domingos, nos quedábamos en la última terraza del teresa Carreño con otra pareja de hippies; una vez nos bañamos desnudos en la ultima terraza, eso era cuando el Teresa Carreño estaba preconstruido y tenía escaleras de madera, la gente en el Caracas Hilton salía en los balcones a vernos a nosotros cuatro bañándonos —sonríe como quien cuenta sus travesuras con orgullo— nos quedábamos ahí, una vida hippie.
En medio de la conversación se acerca un hombre cojeando con una franelilla rasgada y le pide a Víctor dinero para comprarse un café. El tono de la petición no es imperativo, sino como se dirigiría un hijo a su padre, o a un protector.
-Cómpratelo ahí —le dice Víctor con 10 bolívares en la mano.
—¿Es amigo suyo?
—Más o menos…
—Pero usted es solidario…
—Bueno, sí, yo soy un tipo desprendido, como estoy solo, la gente se pone muerto de hambre cuando tiene familia, se ponen pichirres con el prójimo.
—Bueno, quizás por los hijos.
—Sí, exactamente —dice con firmeza y molestia, como reclamándole a quienes se han vuelto “pichirres” por los hijos. —¿Yo voy a tener hijos para meterme a pichirre? ¿Qué falta me hacen a mí los hijos? —titubea luego de que se interroga— ¿Para qué quiero yo hijos? —se pregunta buscando una respuesta en su interlocutor.
—¿En ningún momento pensó en tenerlos?
—No, no —sin titubeos y ni dudas—. Yo no reproduzco pobreza.
Se acerca nuevamente el joven desarrapado para devolver el billete de 10 bolívares porque “se acabó el café”. Víctor no le acepta el dinero y le dice que se tome el café en la universidad).
—Él me trae cigarros —explica y cambia de tema.
—¿A usted no le da miedo estar aquí?
—No, a mí no me da miedo nada, me resulta incómodo, me da tristeza y vergüenza vivir en una sociedad como esta. Eso degenera, uno se pone feo en un ambiente así.
—¿Hay algo que le guste de Venezuela?
—No. Hasta las arepas dejaron de gustarme. Yo nací en el lugar equivocado, esto es una pobre colonia, pero yo me voy a ir. Esa va a ser mi venganza. 



http://pupilacaraquena.blogspot.com/2014/01/personajes-de-caracas-el-librero-de-la.html


Tolerancia cero...



marzo 06, 2014

Life - Yogi Bhajan...


"Love because that is what you came here for. 
Shine because that is important. 
Share because it is demanded of you” 

Yogi Bhajan